sábado, abril 12, 2003

POESÍA, POÉTICA Y FILOSOFÍA

La mayor parte de las iniciativas modernistas en materia de poesía han fracasado en popularizarse. La explicación de este fracaso se inscribe en el contexto del desapego popular por la poesía en general. La difusión de libros, revistas y suplementos con material poético indiscutiblemente se ha incrementado, sin embargo, la poesía tendió a convertirse en objeto de consumo de grupos específicos y cerrados (minoritarios).

Los filósofos se han encargado de enseñarnos que toda innovación duradera en materia de ciencia, arte y desarrollo social proviene del pensamiento puro. Sócrates y Platón fundamentan el pensamiento y la acción occidentales de los últimos dos mil años; Marx define el derrotero del socialismo; Schopenhauer y Nietsche se ubican como el cimiento conceptual del individualismo moderno y, por ende, de las vanguardias europeas, propagandizadoras obligadas de ese individualismo.

Paradójicamente y por encima de sus propias contradicciones, el desarrollo tecnológico, científico y económico alcanzados en los últimos 120 años, hizo posible la profusión de la vanguardias surgidas en la víspera del siglo XX. La sociedad creaba condiciones para el ocio y los creadores se asomaban a esa rendijia buscando su propia liberación.

La liberación del sufrimiento mediante el arte (el sufrimiento entendido como inadecuación espiritual y física individual); la búsqueda del ser ideal contra el ordenamiento moral prevaleciente; el mundo entendido como representación, como ente de existencia sometida a la observancia del sujeto, son antítesis de los pensadores alemanes precedentes: Leibnitz, Lessing, Schiller. Para éstos, compartimos “el mejor de los mundos posibles”, un mundo pleno de sufrimientos y de felicidad potencial, cuya existencia depende del optimismo y el desarrollo estético del hombre.

El desarrollo estético del hombre en los últimos dos siglos, su preeminencia como individuo conceptual (no existencial) y su (no) compromiso con su entorno, en la práctica, tomó diversos senderos.

Como filosofía, el nihilismo, por ejemplo, negaba todo principio de certeza y, en consecuencia, todo compromiso social: el hombre (individual) solo podría ser libre rompiendo toda atadura convencional. El marxismo, en contraparte, imponía la sujeción del individuo al interés colectivo; en esta perspectiva, el mejoramiento material era la plataforma de una incierta liberación espiritual del individuo que se alcanzaría en un futuro ideal. Aunque se ha demostrado la vulnerabilidad e inoperancia de estos epítomes del modernismo, en la actualidad diversos grupos en diferentes campos del arte pretenden presentarlas como innovadoras formas artísticas.

Es cierto, los poetas suelen permanecer apartados de la filosofía en tanto materia de estudio, y por lo general son ignorantes de la poética, pero su perspectiva, esa ausencia de contenido teórico, no puede despegarse de una filosofía determinada. Su desinformación suele hacerlos derrapar en esos dos grandes desaciertos artísticos: el nihilismo o el propagandismo.

Si consideramos el concepto "romanticismo" en su estricta acepción, (Roma antique), como expresión opuesta a las formas asociadas a la Grecia clásica y sus predecesores, es decir, como forma opuesta a principios clásicos de composición, en tanto principios legítimos acordes con la ley natural, (por ejemplo: el desarrollo de la perspectiva espacial y cromática en la pintura, la polifonía bien temperada en la música, y las formas clásicas de composición poética: el soneto, entre otras), podemos calificar como “románticas” la mayor parte de las expresiones artísticas asociadas a las vanguardias, específicamente las europeas.

Por ello, el siglo XX puede calificarse con toda puntualidad como un siglo eminentemente “romántico”. Picasso, Huidobro, Gershwin, Stein, Orozco y Paz son, en esencia, románticos. El otro término que identifica esta cuestión es: Pesimismo Cultural.

La poesía ecológica, minoritaria, política, etc., el deconstruccionismo literario y otras formas fragmentarias de escritura, para no hablar de los desgastados patrones de la poesía contemporánea de nuestro país, filosóficamente provienen de manera directa del romanticismo. El romanticismo no son Los Panchos, José José o los boleros de Luis Miguel. El romanticismo es una enfermedad endémica que resurge como hegemónica al abandonarse ciertos principios de composición asociados a "lo clásico". Ser fiel a estos principios no implica, como argumentaría el ingenuo, repetir formas copiadas del pasado. Je, es algo más complicado.

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